Sunday, July 08, 2007

Instinto Maternal

El instinto maternal surgió en Emilia cuando cumplió un año. Sus tíos Verónica y Joaquín, le regalaron una muñeca y desde el momento en que la vio, supo que era suya y tenía que cuidarla: la acogió con ternura en sus brazos y la arrulló.
Antes Emilia ya había sentido algo similar por un conejo de nombre Peter Rabbit, pero nunca tan fuerte como el amor que le inspiró aquella peloncita de apellidos Fisher Price, a la que bautizó su mamá como La Nena.
Lo que Emilia no sabía, era que aquella Nena suya no era la única. Lo descubrió en la misa sabatina de las siete de la noche, a la que acudía sin fervor desde que no tenía uso de razón. Ahí, saludaba a todos los fieles que tenía a su alcance. Su sonrisa pícara le arrebataba la devoción a cualquiera, y ese día, la de la silla de enfrente era una niña grande (tan grande como puede serlo una niña que lleva a misa un juguete), que atendía seriamente la ceremonia con una Fisher Price descansando en sus piernas.
En cuanto la vio, Emilia deslizó su manita sibilina entre los respaldos de las sillas, y como una experta ladronzuela tiró de la pierna de la muñeca causando un sobresalto en su dueña.
La niña, sorprendida y triste al ver que el culpable de aquel rapto no era alguien a quién pudiera reclamar, se valió de su hermana menor para que fuera a quitársela. Cómo la madre las vio, fomentó eso de “ser compartido” e hizo que las niñas se la prestaran a la pequeña desconocida. Pero la buena voluntad no le sirvió de mucho a Emilia, pues su mamá después de un ratito, agradeció el gesto y la devolvió.
Finalmente, la muñeca desapareció de la escena y Emilia se volvió la entretención de aquellas niñas en quienes también afloró el instinto maternal y jugaban con Emilia, haciéndola correr de un lado al otro, haciendo que les enseñara una foto suya que sacó de la cartera de su abuela.
Al llegar a su casa, Emilia sintió un gran alivio. Su madre no había dado en adopción a la Nena Fisher Price, al parecer había varias similares, y la suya, estaba tranquilamente descansando en su cama.

Saturday, June 30, 2007

Felicidades Emilia

Emilia,
Muchas felicidades!! Hace un año ya que llegaste a iluminar todas nuestras vidas. Eres la niña mas bonita del mundo. Te mando muchsiisisisisimos besos desde Londres y que disfrutes mucho tu primer cumpleaños en compañía de tus abuelos, tus papas y el tío Lucio Espero verte muy pronto.

Marco Turrent Liquid Capital Securities Ltd 95 Queen Victoria Street

Muchísimas gracias Parrino,
Mi Papá me hablo al súper para darme tu recado. Yo andaba con mi mamá de compras. Me compró una alberca inflable para que hoy en la tarde la estrene con unos amiguitos, me compró unos plumones "super lavable y no tóxico" que ya estuve probando y también un vaso con popote que no se tira como el que tiene el señorcito. Mi abuelo me regaló una libreta para que la pinte y bueno ahorita aquí estoy dando lata. Me sentía un poco mal pero me dieron una medicina y ya me siento mucho mejor.
Gracias por todo y te mando muchos besos
Emilia





Querida Marielita:

Muchas felicidades por el primer año de Emilia. Me contó tu mamá que estaba un poco mala de gripa y que partió su pastel. Ojalá se recupere pronto.

Marcela Eggleton


Marcela,
Muchas gracias. La verdad no tiene nada grave pero si ha estado mocosa y un poco malhumorada. Pero bueno ya está mejor y el día de su cumpleaños se la pasó muy bien. Hasta se le olvidó la gripa.
Les mando un beso a todos y muchas gracias.
Mariel

Monday, June 25, 2007

Por su propio pie

El 14 de Junio de 2007 en San Andrés Tuxtla, Veracruz, la tierra natal de su abuelo, su bisabuelos y otros ancestros, mientras su padres desayunaban con su tío- abuelo “El Chaparrito” en el conocido café del Hotel del Parque, Emilia tiraba de la mano de su madre, de su padre y de quién se hubiera dejado, para que le permitieran pasar esa frontera que se interponía entre la mesa que ocupaba su familia y el territorio desconocido de la mesa contigua.
Lo único malo era que Emilia estaba limitada por la corta longitud del brazo que la sostenía. Claro, también se podía detener de la silla, o de alguna pierna, pero aún así, no llegaría muy lejos. Ya había intentado gatear hasta el otro lado, pero en cada intento, su madre, instantáneamente, interrumpía su amena plática para reprimirla.
-¡No Emilia!, ¡no te arrastres que el suelo está muy sucio!
-¡No Emilia!, ¡no lamas el suelo, mi vida!
Por eso Emilia pensó que definitivamente había llegado el momento. Sus papás estaban muy entretenidos y no había otra forma de llegar hasta allá, si no era por su propio pie.
Así que, como quién no quiere la cosa, se lanzó sola a recorrer un par de metros, asumiendo los riesgos que esto implicaba.
Su hazaña provocó que la plática se interrumpiera. Y cuando llegó al otro lado, el silencio que la acompañó en su recorrido, se rompió y recibió un merecido vitoreo que la hizo sentir muy bien.
-¡Bravoooooo!
Definitivamente estaba dispuesta a hacer cosas intrépidas como esa a cambio de esos aplausos.



En su regreso a México estuvo sentada en el coche. Aunque pararon en Orizaba, y pudo tomarse una foto con la famosa Hormiga con su paraguas, y el Negrito Bailarín, no tuvo oportunidad de caminar pues casi siempre estuvo cargada. Lo mismo pasó al llegar, los brazos de sus abuelos, de su madrina, los de sus tíos y hasta sus bisabuelas la estaban esperando. ¿Para qué esforzarse, si con un simple gesto le cumplían sus deseos?
¡Qué linda fiesta le hizo su madrina! Partieron una piñata de Tigger y un pastel de Bu, (una niña de colitas como las que le hicieron ese día a ella).


Por eso, no fue sino hasta un día antes de cumplir el año, cuando volvió a caminar completamente sola. Sucedió en Cancún, en la oficina del Arquitecto Fer Almeida. Mientras su mamá le ponía y le quitaba cosas a unas hojitas y Fer Almeida atendía su teléfono, que sonaba una y otra vez, Emilia se aburría, pues había inspeccionado todo lo que tenía a su alcance, y sufría nuevamente las censuras de su madre que no quería que gateara en el piso. Entonces Emilia vio llegar a una señora con una escoba y un recogedor, y curiosa por descubrir lo que la señora hacía, aprovechó una distracción de su madre y decidió lanzarse y romper un nuevo record, que la llevó a recorrer más de 4 metros. Desde ese día, Emilia se mueve por donde se le antoja, con la esperanza de encontrar algo interesante, de preferencia, una escoba.

Thursday, June 07, 2007

La Alpinista

2 de Junio 2007

Como un aprendiz de alpinismo, sin dificultad alguna, pero tomando todas sus precauciones, Emilia baja de espaldas, venciendo el miedo.
Papá observa a Emilia. Está sentada en el sillón y hojea una revista por el puro placer de sentir el papel y ver pasar colores y formas. Papá comenta algo con mamá y voltea nuevamente a ver a Emilia. ¡Ahora Emilia está parada frente al sillón! Y la revista está en el suelo, porque Emilia sabe que el ruido que provoca al caer hará que su madre también voltee a verla. Así, Emilia iluminada con el asombro de sus padres y como si en un escenario los reflectores fueran testigos de cada uno de sus movimientos, repite su grandiosa hazaña y trepando para nuevamente bajar solita del sillón.

Sorpresas

24 de Mayo 2007

A Emilia le gusta sorprender a los demás. Y lo hace con cosas simples, pero importantes. Como el día que dejó a su mamá con la boca tan abierta como el cenote que vio en Valladolid; y al abuelo tan esponjado y orgulloso como un pavor real de plumas azules que conoció en ese mismo viaje.
Ese día estaban en la oficina. Su mamá trabajaba apurada en la computadora, absorta en su tarea, aunque pendiente de Emilia. Como dicen por acá: con un ojo al gato y otro al garabato. El abuelo también estaba en su escritorio trabajando, pero como siempre, dejó todo para atender el llamado de su nieta que reclamaba atención.
–A ver, Emilia, ¿dónde está tu pájaro?, le preguntó refiriéndose a una guacamaya que acompañada de una vaca, un tiburón, un chango y una muñeca, se congregaban a su alrededor. Entonces, Emilia escogió de su colorida e inerte fauna a ese pájaro gordito de textura suave, para dársela al abuelo. – ¡Muy bien! ¿y dónde está el chango?, continuó el abuelo, mientras Emilia le entregaba a un espécimen rosa, amarillo y morado que decían era un chango. Y luego a la vaca. Y luego al tiburón. Y luego a su muñeca Margot. Al mismo ritmo, su mamá fue volteando lentamente. Abría la boca más y más. En tanto que el abuelo se inflamaba de orgullo. Y es que a Emilia, le gusta que la miren, que le pidan cosas. Pero lo que más le gusta, es hacer sonreír al abuelo y distraerlo, pues se ve muy serio y aburrido trabajando.

Sunday, May 20, 2007

Pula Mugle

La frase más atinada que ha oído Emilia a su corta edad, la escuchó de una niña que, a decir verdad, no se acuerda cómo se llama, pero que para efectos de este cuento y por tratarse de un personaje importante en la trama, la llamaremos Natalia.
Natalia se encontraba de visita en casa de su tía y para que no se aburriera, la llevó al parque. Ahí estaba Emilia, jugando con unas piedritas. Natalia curiosa se acercó a ver a la niña que le pareció una bebé, aunque no era más que un par de años más pequeña que ella.
Emilia se divertía moviendo sus pies en un cajón de grava, y de vez en cuando tomaba una piedrita y se la trababa de meter a la boca, sin éxito. El vigilante de nombre Alex, regaba el pasto mientras repetía: “!grava, güera, grava!”.
Entonces se acercó Natalia, para demostrarle a aquella pequeña cómo podía meter las manos en aquellas piedritas blancas. Emilia, que es buena alumna, ni tarda, ni perezosa, empezó a imitarla. Natalia llegó al fondo donde había tierra y empezó también a rascar ahí. Pero eso en nada cambió su aspecto, desde que llegó al parque, Natalia ya traía en los pies, las manos y la cara, la evidencia de que era una niña libre de reglas, limitaciones y convencionalismos; nada le impedía conocer el mundo tal cual se le presentaba impregnándose las uñas, la piel y la ropa de sus colores.
Emilia no gozaba de la misma suerte. En cuanto su madre vio que las manos de Emilia empezaban a llenarse de tierra, la invitó a dejar de escarbar, a lo que ella molesta respondió metiéndose un puño de grava a la boca. Fue entonces cuando Natalia con un aire de sabiduría dijo: “cree que sabe rico, pelo saben a pula mugle”.
Desde entonces, Emilia comprueba a cada instante lo mucho que sabía aquella niña, pues la mayoría de las cosas que se lleva a la boca, saben “a pula mugle”, pero siempre le traen a la mente, el hermoso recuerdo de aquella libre paloma: Natalia.

Friday, February 23, 2007

El Espejo

16 de Febrero de 2007

M, la mamá de Emilia, hace mucho tiempo que no se mira al espejo.
Cuando llega la noche, con una sonrisa cierra los ojos, abraza la almohada y recuerda cada momento del día satisfecha. Pero en sus pensamientos, no se puede ver. No puede hacer memoria de su cara, de su peinado, de si estaba rozagante o pálida, si lucía fresca o fatigada. Entonces abre los ojos y le pregunta a L (el padre de Emilia): ¿Cómo me veía hoy? Y L contesta entre sueños: guapísima como siempre.
Lo cierto es que M hace mucho tiempo que no se mira en el espejo porque Emilia tiene su mirada cautiva. Tampoco se concentra en la computadora mientras trabaja, pues de reojo persigue a Emilia que juega en el suelo de panza y como un reptil va en busca de lo desconocido, o recorre cada rincón de la oficina en su andadera (cómo le enseñó el abuelo), abriendo cajones, jalando cables y arriesgando su cabeza al pasar por debajo de las mesas que tienen unas molduras muy elegantes pero peligrosas. M ya no ve al cielo, ni al mar, porque observa pestañear a Emilia cuando el viento acaricia su cara o el sol la deslumbra; la ve encoger los dedos de los pies para no sentir la arena o tocar con precaución el pasto con su manita. M ya no se mira al espejo porque a un lado de su reflejo hay uno mucho más hermoso, una niña sonriente que dialoga con esa reverberación que le enseña las encías, frunce la nariz y guiña los ojos.