Sunday, May 20, 2007

Pula Mugle

La frase más atinada que ha oído Emilia a su corta edad, la escuchó de una niña que, a decir verdad, no se acuerda cómo se llama, pero que para efectos de este cuento y por tratarse de un personaje importante en la trama, la llamaremos Natalia.
Natalia se encontraba de visita en casa de su tía y para que no se aburriera, la llevó al parque. Ahí estaba Emilia, jugando con unas piedritas. Natalia curiosa se acercó a ver a la niña que le pareció una bebé, aunque no era más que un par de años más pequeña que ella.
Emilia se divertía moviendo sus pies en un cajón de grava, y de vez en cuando tomaba una piedrita y se la trababa de meter a la boca, sin éxito. El vigilante de nombre Alex, regaba el pasto mientras repetía: “!grava, güera, grava!”.
Entonces se acercó Natalia, para demostrarle a aquella pequeña cómo podía meter las manos en aquellas piedritas blancas. Emilia, que es buena alumna, ni tarda, ni perezosa, empezó a imitarla. Natalia llegó al fondo donde había tierra y empezó también a rascar ahí. Pero eso en nada cambió su aspecto, desde que llegó al parque, Natalia ya traía en los pies, las manos y la cara, la evidencia de que era una niña libre de reglas, limitaciones y convencionalismos; nada le impedía conocer el mundo tal cual se le presentaba impregnándose las uñas, la piel y la ropa de sus colores.
Emilia no gozaba de la misma suerte. En cuanto su madre vio que las manos de Emilia empezaban a llenarse de tierra, la invitó a dejar de escarbar, a lo que ella molesta respondió metiéndose un puño de grava a la boca. Fue entonces cuando Natalia con un aire de sabiduría dijo: “cree que sabe rico, pelo saben a pula mugle”.
Desde entonces, Emilia comprueba a cada instante lo mucho que sabía aquella niña, pues la mayoría de las cosas que se lleva a la boca, saben “a pula mugle”, pero siempre le traen a la mente, el hermoso recuerdo de aquella libre paloma: Natalia.