Thursday, December 07, 2006

En la sala de espera

7 de Diciembre de 2006

Emilia está en la sala de espera del pediatra. Y demuestra una seriedad como pocas veces se le ha visto. Estira su cuello -como aquel pájaro que su mamá veía saliendo del nido frente a la ventana cuando ella nació- para librar el lateral de la carriola que le estorba y así ver a una niña de tez chocolate, con lentes de armazón azul metálica.
La niña está también muy seria. Por eso, Emilia no emite sonido alguno, y sólo asoma sus ojos azules. Algún día la abuela le prestará sus lentes que dicen que están muy “cool” y Emilia volverá a la sala de espera del pediatra para mirar de frente, con sus lentes azules, a esa niña tan seria que hoy la intimida.

Tuesday, December 05, 2006

La Devoradora

27 de Noviembre 2006

A sus pocos meses de vida. Cinco para ser exactos. Emilia se ha convertido en una devoradora de libros. Todo empezó cuando Alicia le regaló un par de libros de títulos interesantes: ¿Quién vive en el estanque?, de Julio Aigner-Clark y Osito Polar de autor desconocido. Emilia no sabe si esto del autor desconocido es lo que le atrae, pero ciertamente tiene algo misterioso que le parece fascinante. Todas las mañanas, al iniciar el día, sus papas la sientan en el sillón familiar mientras caminan de un lado al otro apresurados. A su alcance está siempre su libro Osito Polar y su elefante rosa que le hace compañía. Este libro tiene una cualidad muy interesante; se puede arrugar, chupar, voltear al derecho y al revés, estirar una página con mucha fuerza e incluso tumbarse sobre él de panza o jugar a las luchas y no le pasa nada. Siempre se conserva hermoso y en buen estado. Osito Polar está hecho de tela con ilustraciones impresas de brillantes colores, tiene una atractiva pasta de peluche blanco, deliciosamente suave, como seguramente es la piel del protagonista, y cuenta con un broche para cerrarlo y una agarradera en el lomo que facilita llevarlo de un lado al otro, donde le han bordado con unas letras rojas el título: Osito Polar (aunque su papá lo llama Osito Polar Peluche). El texto es muy pegajoso, sus padres lo han aprendido de memoria y no es necesario que ella se los preste para que se lo lean, ellos lo recitan a dos voces, con entonaciones divertidas mientras ella trata de deglutir sus páginas viéndolos pasar de derecha a izquierda y de izquierda a derecha.
¡Lávate los dientes Osito Polar! Dicen sus papás a coro y sonriendo. Y por eso ésta es su frase preferida. Cada vez que la mencionan, haciendo buen uso de esos signos, ellos se detienen frente al sillón a mirarla y Emilia también los mira atenta y sonríe ampliamente.
Pero en realidad Emilia no sólo es una devoradora de libros, devora todo lo que tiene enfrente: elefantes rosas, borregos con moños (le encantan sobre todo los moños), conejos de estómago ausente, vestidos de flores, baberos con letras, etiquetas (le encantan lamer las etiquetas, como si fueran obleas delgadísimas que le acarician la lengua) gatitos de cuadros blancos y orejas azules con amarillo, perros rojos con espirales, las greñas de estambre de su muñeca Margot, la mano saladita de su mamá, el brazo peludo de su papá, el frío reloj del abuelo, el arete, los anillos o la blusa de la abuela, incluso, cuando no hay nada más interesante a su alrededor, se mete a la boca las dos manos, o sus pies sabor a queso (de preferencia sin calcetines), para lo cual la boca le ha quedado un poco chica. Seguramente es porque el doctor les dijo a sus padres que Emilia sólo debe tomar leche hasta que cumpla los 6 meses, y ella ya se siente lista para probar otras cosas, esta limitación la tiene impaciente.
Por ahora Emilia no tiene dientes, pero seguro que si sigue así, cuando llegue el momento de saborear todo aquello que se le ponga enfrente, sus padres le dirán a coro ¡Lávate los dientes Emilia Polar!

Wednesday, November 08, 2006

Buscando Sonrisas

2 de Noviembre de 2006

Emilia ha decidido dejar atrás sus infantiles “agu, egu” y sus “herre” , o será “heureux” como la palabra francesa “felicidad”. No sabemos. En realidad Emilia sólo estaba experimentando con diferentes sonidos y el efecto de estos en las caras que veía. Como resultado de estos experimentos, se ha dado cuenta de que existe una sílaba ganadora. El primero en reaccionar ante ella fue su padre. Sorprendido y un poco celoso, llamó a su madre que estaba en el jardín y le dijo: “ está llorando porque quiere que tú vengas, te habla a ti”. Claro que su mamá no le creyó, pero un par de días después lo pudo comprobar con sus propios oídos por eso Emilia ha decidido no dejar nunca de repetir esta silaba mágica “ma” y la repite cerca de dos mil quinientas veces al día: suave y pausado “ma ma ma”; enérgica y rápido “mamamamamamamamama”; con largas y cortas “maaaaaa, ma”; con puras largas, “ maaaaaaa, maaaaaaa, maaaaaa”. Y la combina con diversas entonaciones, y gestos: alegres, tristes, de asombro, de prudencia, de vergüenza, de timidez, de dulzura y de diablura. Como resultado: obtiene la inevitable atención de todos, seguida de frases y gestos de asombro, de ternura, de amor, caricias, abrazos … ¡Wow! no hay quien se resista a esta sílaba. Pues qué querrá decir, se pregunta Emilia.

Pero no hay sonrisa que más le guste a Emilia que la de una niña que conoció el otro día, cuando su madre la bañaba en casa de los abuelos. Estaba un poco molesta porque ya a esa hora tiene hambre y sueño y siempre tiene que esperar al baño antes de poder saborear su deliciosa leche. Así que seria y malhumorada se resignó al “agua patos” en su pequeña tina blanca que colocan sobre el lavabo. Fue entonces cuando Emilia volteó a la izquierda y vio que ahí había otra tina blanca y otra niña con mala cara. Emilia quiso sonreírle para crear empatía, y se dio cuenta que la niña sonrió. Eso hizo muy feliz a Emilia. Su madre notó la diferencia y con tal de que esté feliz a la hora del baño, siempre invita a la misma niña para que Emilia sonría.

Causa y Efecto

19 de Octubre de 2006


En las últimas dos semanas Emilia ha descubierto otras actitudes.
Primero que nada se ha dado cuenta de que puede emitir sonidos estridentes. En su primer ensayo, a la hora de la comida, sus abuelos y su madre que discutían los acontecimientos del día, repentinamente se quedaron mudos y la voltearon a ver alzando las cejas y abriendo los ojos. Su padre en cambio se ha reído desde el primer momento y ha hecho comentarios que a ella le han parecido de aliento, por lo que ha continuado con su práctica y uso, especialmente en los momentos en que hay ruido y quiere hacer notar su presencia.
También se ha dado cuenta de que la gente no está acostada todo el tiempo, como ella, y ha hecho su mayor esfuerzo por adoptar esa posición erguida que tanto admira. Entre sus intentos se ha empujado con las piernas tratando de levantar el cuerpo empezando por los pies, las piernas, la cadera y la espalda, pero le ha sido imposible levantar los hombros. Parece que estos no están tan de acuerdo con esto de levantarse. En un principio pensó que era la cabeza la que no quería enderezarse, pero algunas veces que ha estado sentada, ha sido la misma cabeza quién la ha impulsado hacia delante intentando una y otra vez lograr la postura deseada. Sin embargo sus esfuerzos por ahora han sido inútiles. No se dará por vencida hasta lograrlo.
Hace algunos días, Emilia descubrió un objeto brilloso en la muñeca izquierda de su madre. Después notó que su padre también lleva uno, y observando con mayor detenimiento, detectó otro en el abuelo y uno más en la abuela. Se le ha presentado la oportunidad de analizar el de su madre. Lo ha visto muy de cerca y ha tratado incluso de probar a qué sabe. Pero su madre, al parecer alguna razón tal vez obscura, se lo ha impedido. Sin embargo, Emilia no pierde la oportunidad y cuando su madre se encuentra distraída vuelve a intentarlo.
Como acaba de darse cuenta de la fuerza que tiene en sus manos, ahora Emilia no sólo las deja caer, sino que tratando de dirigirlas a un lugar en específico, (como por ejemplo el objeto brilloso que llevan todos en la muñeca) imprime en este movimiento toda su fuerza que se estrella contra otro objeto y produce un “clock” que asombra a la gente a su alrededor.
Desde el 2 de octubre descubrió que sus manos no sólo sirven para dar golpes sino para alcanzar objetos y apretarlos también le parece maravilloso, pues tiene un conejo inglés que le regaló su padrino, que ha sido el primero en elevar por los cielos, e incluso aventarlo a distancias inimaginables. También ya le jala intencionalmente el pelo a su papá y le arranca el arete a la abuela. Y aunque todos parecen muy felices con sus descubrimientos a las 5 PM cuando ya esta harta de estar encerrada y en posiciones horizontales, también descubrió que puede hacerlos cambiar, con un llanto incontrolable de esos que se tuerce la boca hacia abajo y se jadea un poco, logra que la cara de su papa cambie de color a uno más pálido, que la cargue y la lleve a pasear.

Recordando a la Familia

Emilia duerme, y es tal vez en ese sueño placentero, que recuerda la sonrisa de su bisabuela Ana, a la que su madre llama Mamatita. A sus 90 años Ana vive en un lugar muy bonito en el Lago de Guadalupe. Es una estancia para viejitos, escondida en el bosque, donde tiene un cuarto lindo y acogedor. Está atendida por enfermeras y doctores, y tiene otros compañeros en su misma situación. Pero eso a la bisabuela no le interesa, prefiere dormir, no le gusta salir al jardín ni mirar por la ventana. Hace varios años, cuando perdió a su hijo Sergio, sufrió una embolia, por eso no habla. Le cuesta trabajo articular las palabras y cuando la visitan, se desespera y prefiere guardar silencio o regresar a la cama. Pero este día fue diferente. La llegada de Emilia fue para ella una sorpresa. Aunque no parece entender que la niña es su bisnieta, no ha dejado de decirle “qué bonita, qué bonita” y después se dirige a sus padres y les dice “es muy sonriente” y Emilia se ríe y gorgorea, mueve las manos como si quisiera platicar con ella, como si supiera que con sus ruiditos, contagia su felicidad.

Quizá Emilia, en este sueño placentero revive sus escasas memorias, y ve también a su otra bisabuela, Mayus, que hizo una fiesta y cocinó especialmente chiles en nogada (aunque a Emilia ni se los dejaron probar). De momento su sueño se pone intranquilo, recuerda mucho ruido, mucha gente, igual que el día anterior, en la primera comunión de su primo Rodrigo, otra fiesta así ya no le gusta, por eso prefiere irse a dormir con su papito una siesta, o regresar al momento de su llegada a San Miguel, cuando su abuela Cecilia, adornó el cuarto del hotel para sorprenderla a su llegada. ¡Hay tantos regalos, globos serpentinas y confeti! Emilia no entiende nada de esto, pero le encantan los colores, y siente la felicidad que la rodea, tal vez son por eso sus “agu, egu, herre” , sus trompetillas y babas. También, por qué no, ese llanto articulado de sílabas importantes (maaaa maaaaa aguaaaaa maaa guaaa maaaa maaaa).
Mientras sueña y recuerda, Emilia de piernas y brazos abiertos, abraza al mundo como un ángel con sus alas extendidas alabando a Dios.




Un Papalote

26 de Julio de 2006


Emilia reposaba en la cama de su nueva casa tranquilamente. Estaba muy despierta a pesar de tener tan sólo un mes. Su mamá la observaba al mismo tiempo que desempacaba una mochila con libros, pañales y biberones. La televisión era un objeto nuevo para ella, aunque estaba apagada. También lo era una pelota de colores que le habían regalado. Pero definitivamente lo que más le llamaba la atención era un papalote que volaba a través de la ventana de la casa de los abuelos huyendo de los ladridos de Lucio, el perro. Tal vez porque con él, inició sus primeros e imaginarios vuelos.

Tuesday, August 08, 2006

Una cancioncita que le compuso papá

Voy nadando por el mar
Voy nadando en la laguna
Me persigue un tiburón
Ya regresenme a mi cuna