Thursday, June 07, 2007

Sorpresas

24 de Mayo 2007

A Emilia le gusta sorprender a los demás. Y lo hace con cosas simples, pero importantes. Como el día que dejó a su mamá con la boca tan abierta como el cenote que vio en Valladolid; y al abuelo tan esponjado y orgulloso como un pavor real de plumas azules que conoció en ese mismo viaje.
Ese día estaban en la oficina. Su mamá trabajaba apurada en la computadora, absorta en su tarea, aunque pendiente de Emilia. Como dicen por acá: con un ojo al gato y otro al garabato. El abuelo también estaba en su escritorio trabajando, pero como siempre, dejó todo para atender el llamado de su nieta que reclamaba atención.
–A ver, Emilia, ¿dónde está tu pájaro?, le preguntó refiriéndose a una guacamaya que acompañada de una vaca, un tiburón, un chango y una muñeca, se congregaban a su alrededor. Entonces, Emilia escogió de su colorida e inerte fauna a ese pájaro gordito de textura suave, para dársela al abuelo. – ¡Muy bien! ¿y dónde está el chango?, continuó el abuelo, mientras Emilia le entregaba a un espécimen rosa, amarillo y morado que decían era un chango. Y luego a la vaca. Y luego al tiburón. Y luego a su muñeca Margot. Al mismo ritmo, su mamá fue volteando lentamente. Abría la boca más y más. En tanto que el abuelo se inflamaba de orgullo. Y es que a Emilia, le gusta que la miren, que le pidan cosas. Pero lo que más le gusta, es hacer sonreír al abuelo y distraerlo, pues se ve muy serio y aburrido trabajando.

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